Estaba yo en un restaurante con mis abuelos y padres, no me acuerdo dónde ni cuándo. Pedí una fanta de limón. Y, como en muchos sitios, estas vienen con una rodaja de limón o de naranja, según la fanta que pidas.
Para entonces yo todavía no sabía lo que era un limón, porque tenía un añito. Me levanté con torpeza y me dirigí hacia la silla donde estaba mi abuelo.
Le pregunté con repugnancia señalando el limón. Él me cogió en brazos y me dijo que el limón estba muy rico. Cambié de expresión repentinamente y mi cara pasó de un gesto de repugnancia a uno de alegría y ansia por probarlo.
Entonces mi abuelo cogió el limón y mi madre la cámara de fotos. Hizo dos fotos; una con mi abuelo cogiéndome con una mano mientras con la otra sostenía el limón; en la otra foto estaba el limón mordido, mi abuelo riéndose y yo a punto de llorar.
El limón ardía, pero refrescaba la boca. Picaba debajo de la lengua. Estaba rico y a la vez estaba malo. Era un alimento extraño que ni me agradaba ni me agrada.
Sara Janssen Álvaro, 6º B
4 comentarios:
Jeje, que chiquitina, tan solo tenía un año y ya estaba provando el sabor ácido del limón, no me extraña que después saliera llorando. =) =p
Un saludo
Que mona
Que graciosa y mona era
Que chiquitina y guapa está.
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