
Era una noche fría y cerebrosa de luna llena.
Yo estaba acurrucado en mi cama cuando de pronto escuché un ruido. Rápidamente abrí los ojos y vi una gran sombra. Me levanté asustado y llamé a mis padres.
Ellos me dijeron que serían imaginaciones mías, pero yo estaba seguro de que era un fantasma.
Me metí en mi cama, cerré los ojos y me dormí.
Al día siguiente se lo conté a mis compañeros de clase; no me creyeron y se burlaron de mí.
Al salir del colegio volví rápidamente a mi casa y la recorrí mirando por todos los cuartos, pasillos, rincones...
No vi nada raro, pero estaba seguro de que algo me acechaba. Ese mismo día por la noche volví a inspeccionar la casa y lo volví a ver.
Salí despavorido hacia el cuarto de mis padres y les dije que lo había visto de nuevo. Ellos me regañaron y me ordenaron que no dijera más tonterías.
Entonces, desde ese mismo día, aunque lo seguía viendo ya no le tenía miedo, y en vez de echar a correr alcé la cabeza y seguí mi camino hacia adelante. Luego pensé: “¿Por qué sólo aparece en la oscuridad de la noche?”
Y me di cuenta de que se trataba del fantasma de la oscuridad, llamado Darkness.
Javier Pérez Espigares, sexto B
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